domingo, 19 de enero de 2014

Síndrome del Domingo


Si se le pregunta a una gran mayoría de personas que se encuentren alrededor, coincidirá en que los domingos por la tarde vienen acompañados de cierto malestar.
En 2006 recibió nombre oficial, síndrome del domingo.
El término apareció por primera vez en el libro Ansiedad de 9 a 5, de Larina Kase, psicóloga norteamericana con master en administración de negocios, coach, y una de las profesionales mimadas por la prensa, colaboradora en publicaciones como The New York Times, Marie Claire o Entrepreneur. Sus libros sobre ansiedad y el síndrome de domingo son resultado de las investigaciones realizadas en el Centro de Estudio y Tratamiento de la Ansiedad, de la Universidad de Pensilvania, de la cual es miembro.
No se trata de una enfermedad, un síndrome es un conjunto de síntomas que poseen cierta identidad, aunque no se conozca una causa única y cierta. En el caso del síndrome de domingo es un malestar “inexplicable” en el que puede haber ansiedad, angustia, inestabilidad emocional, sensación de vacío, tristeza o melancolía, ese estado emocional que coloquialmente se conoce como “No me hallo”. Para controlarlo, lo primero consiste en identificar la causa o causas y desarrollar estrategias para combatirlo.

Y mañana: de vuelta a la realidad
Según los estudios más recientes sobre estrés y ansiedad, el desempeño laboral es el desencadenante número uno de los problemas emocionales del ser humano. Las tareas pendientes, los posibles problemas que se presenten a lo largo de la semana y las relaciones interpersonales difíciles, la mayor exigencia para conservar un puesto de trabajo que puede estar en riesgo, hacen que resulte difícil sacar de la mente el tema laboral, así sea en tiempos de ocio.
Aunque los fines de semana deberían ser tiempo de descanso y recuperación de fuerzas, es difícil desligar la mente de la semana que viene.

Uno de los factores más comunes identificados con el síndrome de domingo es la anticipación. ¿Qué va a pasar mañana? ¿Cómo se resolverá tal problema? ¿Habrá tiempo de acabar el trabajo pendiente o atrasado? ¿Cómo se desenvolverá la reunión con la persona X o Y? ¿Qué solución puede dársele a tal dilema? En vez de tener la cabeza en el momento presente (en casa, con la familia, sin obligaciones inmediatas) el cerebro está trabajando a mil por hora intentando solucionar situaciones que aún no se han dado. Como respuesta, el cuerpo genera adrenalina, la ansiedad aparece y el humor fluctúa entre la desolación, la intolerancia y el enojo.

Y ahora, ¿qué hago?
El siglo veintiuno está marcado por la velocidad. La semana se ve llena de compromisos y tareas para realizar. El fin de semana, que se plantea como un tiempo de descanso, se convierte en un problema. Acostumbrados a que el deber y la obligación, es decir, factores externos, son los que dictaminan en qué se emplean las horas, esa hoja en blanco, en la que se convierte el domingo, representa una amenaza.

A diferencia de toda la semana, no se está rodeado por una horda de gente en movimiento y tanta quietud se siente extraña. El cuerpo, siempre en actividad frenética, se ve de un momento a otro sin un cronograma en frente, y el vacío de las horas sin un quehacer definido crea la sensación de vacío y falta de propósito. Aunque parezca sorprendente, la libertad de las horas sin obligación es el segundo factor que define el síndrome del domingo... ¿Y ahora qué hago? La inteligencia emocional, el conocimiento de sí mismo, el autocontrol y la automotivación son necesarios y de gran ayuda.

A solas consigo mismo
Dice el dicho popular que “podemos pretender ante el mundo, pero no ante nosotros mismos”. Y el domingo, sin tareas, sin bullicio, sin distractores externos, sin “audiencia”, permite que el sujeto se enfrente a su realidad más básica, sin atenuantes ni disfraz. La introspección llega en el silencio y aunque es necesaria para el desarrollo y la evolución personal, puede ser incómoda y hasta terrorífica. Todas las cuestiones pendientes, problemas sin resolver, temores, cuestionamientos sobre lo que se es, lo que no, lo que alegra pero también lo que más asusta, vienen a cuento.
Decía el pensador hindú Krishnamurti que “los seres humanos hemos desarrollado astutamente una red de escapes, entretenimientos, bebida, sexo, cualquier cosa nos sirve para escapar del miedo. Cuanto mayor es el miedo, mayores son la tensión, la neurosis y el deseo de escapar”. La soledad y el tener que enfrentarse a sí mismo constituyen otra causa identificada del síndrome de domingo. Recuperar este espacio semanal y aprovecharlo en bien propio y de quienes están alrededor, es un reto que vale la pena. Las horas que pasan nunca se recuperan y se puede convertir ese síndrome de domingo en el mejor momento de la semana.

Evitar que el lunes comience antes
Organice desde el viernes las tareas que tendrá que realizar el lunes. Planee el comienzo del día, separe lo importante de lo urgente. Es más fácil empezar con una base que desde cero.
Aclare su panorama laboral de la siguiente semana. Reuniones importantes, encuentros con personas clave, fechas límite. Si sabe desde el viernes qué le espera y visualiza soluciones o la actitud que debe tomar, el trabajo del domingo en la tarde ya estará hecho.
En domingo, oblíguese a vivir el momento presente. Recuerde que sólo son dos días “de regalo” para consentirse, compartir con los suyos y enriquecer su experiencia personal.
Para un día pleno de experiencias
La inactividad (a menos que sea asumida con plena conciencia: “ahora no muevo un dedo”) da vía libre a la anticipación. Defina las cosas que siempre ha querido hacer y nunca ha hecho por falta de tiempo: aprender un idioma, hacer deporte, desarrollar un pasatiempo.
Cree una rutina de domingo para su entera satisfacción. Tardes de domingo de cine, tarde de encuentro con los amigos, tarde de cena romántica con la pareja, tarde de crispetas y juegos de mesa con los hijos, domingo de campo o autocuidado y belleza. Cualquier cosa que le ofrezca placer y satisfacción.
Utilice el tiempo en actividades que sabe que tiene que hacer y que nunca las alcanza a realizar. Así sea planchar, dedicar unas horas a las plantas, organizar papeles, cualquier cosa es válida para hacer desaparecer la sensación de “tiempo perdido” del domingo por la tarde.

Cara a cara personal
Al igual que frente a cualquier fobia, el único antídoto contra el miedo es enfrentarlo. Mirar las causas a la cara, prever lo peor que podría pasar y plantear alternativas en caso de que estos temores se hicieran realidad. Mirar la experiencia como una oportunidad de crecimiento y fortalecimiento personal.
Si “no es el momento” para una confrontación consigo mismo, la solución consiste en ocuparse. Buscar una actividad que le dé sosiego a la mente (que puede ir desde hacer deporte hasta leer un libro o ir a ver una buena película) teniendo en cuenta que lo no resuelto siempre volverá a la superficie hasta que se le preste atención y se le encuentre una solución.
La libertad asusta. Es más fácil que otros (o las circunstancias) determinen lo que se debe pensar, la actividad que se tiene que realizar, las pautas que deben seguirse. El domingo, como un paréntesis en el ajetreo cotidiano, brinda esa libertad, que a su vez exige creatividad, inteligencia emocional y automotivación para ponerse en marcha en aquello que se desea íntimamente.

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